Una jornada para aprender

Esta vez los pronósticos se cumplen y amanece una mañana turbia y sombría, con un cielo encapotado. En el horizonte, allá en la zona de pesca, se divisan nubes de tormenta. Durante el puntual desayuno de las 7:00, el comentario general entre los participantes, café en mano, es ¿pero tu has visto que nubarrones hay allí? Y empieza la incertidumbre.

La meteorología acapara la reunión de patrones y trae división de opiniones. Unos apuestan por salir mientras otros deciden regresar a su puerto base antes que el tiempo empeore. Las cosas se complican aún más cuando se confirma la peor de las sospechas: no disponemos de semirígida para el equipo de biólogos. Ayer, después de la comida, se rompió el cable de la dirección y la embarcación que el puerto puede proporcionarnos es demasiado pequeña para las previsiones de tiempo. Con viento, lluvia y oleaje una pequeña «nuez» de apenas cuatro metros no es nada aconsejable.

Finalmente, como ya pasó el domingo en Blanes, salida libre. Cuatro son las embarcaciones que deciden intentarlo, aún sabiendo que tal vez a media mañana tengan que levantar fondeos y regresar.

A pesar de todo, el estruendoso chupinazo despierta al pueblo de Garraf con puntualidad británica. Las cuatro embarcaciones comienzan su aventura.

Contra todo pronóstico, poco antes de las diez se anuncia la primera picada: el equipo Blavis entra en combate!

Tras poco menos de media hora de combate la perseverancia y la tenacidad ven recompensado su esfuerzo: Sara y su equipo consiguen subir, marcar y devolver al mar un delgado atún de 190 cm de longitud.

A media mañana un nuevo anuncio de picada nos pone a todos en vilo. Sin embargo, en raras ocasiones la suerte sonríe dos veces seguidas. Tras el tenaz combate, el mar nos ofrece una tintorera, aunque a diferencia de ayer, esta vez sí se ha dejado capturar, para poder devolverla al mar.

El tiempo empeora, aunque posiblemente menos de lo previsto. Los cuatro equipos fondeados en la zona de pesca ven como pasa la mañana, el mediodía y llega la tarde. Vuelta a la monotonía de la jornada de ayer, aunque con un oleaje que no ofrece tregua. El marcaje de las diez de la mañana se convierte en el único, la excepción que rompe la monotonía de la jornada.

Poco a poco los equipos van levantando fondeos y regresando al confort del puerto de Garraf, dejando atrás la lluvia, el viento y la monotonía. A su llegada se reúnen todos en el restaurante, junto con el equipo científico, que se ha quedado en tierra toda la jornada. Se reúnen al abrigo de la pared de cristal, resguardados de la lluvia y el viento que les ha acompañado durante casi todo el día. Es momento para descansar, para compartir un café bien caliente y una buena charla.

¿Porqué sólo hemos podido marcar un atún? ¿Nos equivocamos al elegir la zona de pesca? ¿Nos equivocamos al elegir las fechas? Preguntas que llenan la mesa. Unos opinan que tal vez los hubiéramos encontrado unas cuantas millas más al sur; otros disienten y dan su punto de vista. Hay quien opina que por estas fechas están al sur de las Baleares en lugar de aquí. Sea como fuere, el resultado de este fin de semana debería servirnos para aprender, para que en la próxima edición de Garraf no vuelva a ocurrirnos lo mismo y podamos disfrutar de la presencia de nuestros queridos túnidos.

La manga de la Garmin Great Tuna Race en Garraf se cierra con tan solo un único marcaje. En esta ocasión sólo un atún ha podido ser capturado, marcado y soltado. Abandonamos el bonito pueblo de Garraf con un regusto agridulce, pero con la esperanza de volver el año que viene y que ellos vuelvan también.

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