¿Dónde están los atunes?

A pesar de que el parte meteorológico anunciaba un día soleado, el puerto de Garraf amanece nublado y el sol, en este caso, brilla por su ausencia.

Patrones y marineros acuden puntuales a la cita. Desayuno a las 7:00; después reunión de patrones y reparto de sardina. Poco después de las 8:00, con los 11 participantes que finalmente han tomado la salida parados en la bocana del puerto, se oye el estruendo del cohete que marca el inicio oficial de una nueva jornada de pesca al brumeo.

Algunos participantes desatan toda la potencia que sus motores pueden dar, y en cuestión de pocos minutos se acercan al horizonte y los perdemos de vista. Otros, entre los cuales se cuenta la embarcación en la que yo me encuentro, deciden salir despacio, de paseo, disfrutando del aire fresco que nos proporciona el mar.

El destino es común para todos: una zona de pesca situada a unas 7 millas frente a las costas de Garraf. Y el objetivo: capturar, marcar y soltar tantos atunes como sea posible. Sin embargo, poco nos imaginábamos todos el caprichoso guión que la jornada de hoy nos tenía preparado.

Nuestra embarcación llega a su destino poco después de las nueve, tras una hora de tranquila navegación. Tras buscar una localización adecuada, fondeamos, plantamos las cañas y a brumear.

El mar está calmado y tranquilo, muy tranquilo. Como el aire, que no sopla. Y como la radio, que no transmite. No se oye ningún anuncio de picada, como si la tranquilidad que nos envuelve se contagiara a los atunes. Tranquilidad interrumpida esporádicamente por el sonido de las gaviotas que revolotean a nuestra popa, en un intento por capturar alguno de los trozos de sardina que aún no se han hundido lo suficiente. Y por unos cuantos peces luna que, como delfines, nadan y saltan junto a nuestras embarcaciones.

Y de repente… picada! Una de las embarcaciones anuncia por radio que tiene una picada en una de sus líneas. Sin embargo, pocos minutos después, la misma voz anuncia que se trata de una tintorera.

A los pocos minutos la radio vuelve a romper su silencio para anunciar que la tintorera acaba de romper la línea y se ha soltado. La emoción por capturar y soltar el pequeño tiburón se diluye y la tranquilidad vuelve a envolvernos de nuevo.

Como si del día de la marmota se tratara, la historia se repite: de nuevo una picada, de nuevo una tintorera y de nuevo rompe la línea y huye.

A media mañana el sol hace acto de presencia y el mar se llena de destellos, pero ese es el único cambio; la tranquilidad persiste.

Tras una mañana extremadamente tranquila, al mediodía recibimos la visita de la embarcación científica, una semirígida de cinco metros con sus cinco tripulantes. Abarloados a estribor, encuentran en la nuestra la deseada sombra que la suya no les proporciona. Y juntos damos paso a la comida, sin romper, eso sí, la línea de brumeo.

Las horas pasan, los peces luna pasan, algunos en grupos de cuatro y cinco. Pero ¿y los atunes? ¿Los atunes no pasan? ¿Dónde están los atunes? Ninguna marca en la sonda, ningún aviso de picada por radio. Simplemente, no están aquí.

Y así, con mucho sol y mucho pez luna, levantamos fondeos poco antes de las 18:00 para dirigirnos al puerto de Garraf.

La jornada concluye con cuatro picadas de tintoreras, aunque ninguna pudo ser capturada. Ya en el puerto, la pregunta que nos hacemos entre todos los participantes es la misma: ¿Dónde están los atunes? Hace tres semanas, en Blanes, pudimos marcar y soltar 30 atunes. Hoy, en Garraf, no hemos podido disfrutar de su presencia.

Sin embargo, a pesar de ello, el regusto que la jornada nos deja es bueno, muy bueno. Hemos podido disfrutar del mar, hemos podido disfrutar del sol, y lo mejor de todo, hemos podido juntarnos de nuevo para compartir la pasión que nos une.

Mañana se prevee lluvia; veremos. Ojalá pudiéramos preveer la ubicación de los atunes de igual modo a como los meteorólogos preveen el tiempo. Por eso colaboramos con los científicos, para que puedan conocer mejor esta especie.

A ver si mañana podemos disfrutar con su presencia.

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